Cianuro con nata.

     El viento...suave pero tenaz. Gracias a ello consigue penetrar en todos los lados y, aun mejor, sin ser visto y sin levantar sospecha alguna. Sin revelar (que no relevar) sus verdaderas intenciones.
Es mucho más peligroso de lo que parece. De una llama nos esperaremos un efecto devastador porque sabemos que al tocarla quema pero, el viento, que a veces nos resulta hasta placentero, nos engaña tan fácilmente...
     Nos mueve...nos hace perdernos. En pequeñas dosis nos hace cerrar los ojos para disfrutar de su efecto y, en grandes, nos sorprende tanto su infinita belleza que no podemos dejar de mirarlo.
Cuántos locos habrán caído admirándolo, y yo.

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