Primer sorbo de café. Quema y está muy amargo. Ultimamente todos los acontecimientos de mi vida son así, inclusive mi fuente de inspiración.
Sigo mirando a mi alrededor buscando un no sé qué. De veras que me encantaría ver un resquicio de ''algo'', cenizas que en algún determinado momento compusieran otro ''algo''. Tan solo soy capaz de ver la columna que tengo justo enfrente y con ella el segundo sorbo de mi horrible café. No me gusta nada, en serio. He probado cosas asquerosas en mi vida pero realmente nunca pensé que podrían variar tanto los sabores de un mismo producto. No pienses que soy una remilgada...si lo probaras, opinarías lo mismo. Ese dichoso sabor se adhiere al paladar y a los labios y me temo que, durante la media hora que me queda de espera, no me quedará otra opción que acostumbrarme. Horrible la costumbre, ¿eh? Creo que no hay nada más triste que ver a alguien que aun odiando mucho una cosa, se acaba acostumbrando a ella. Nos puede pasar con objetos, lugares o incluso personas.
[...] No te lo he dicho pero ya voy por el octavo trago y solo me queda uno. Seguro que te preguntarás qué sabor tengo en la boca. Te contestaré con una media sonrisa; amargura. Yo no me acostumbro a nada, todo lo contrario, me canso. Me harto de todo a una velocidad desorbitada y hay pocas cosas en el mundo capaces de evitarlo. Me empieza a doler la cabeza. A pesar de que no soporto el sitio en el que me encuentro, no estoy dispuesta a salir a la calle con mis mojados pies...todavía no; aun me queda mi último sorbo.
Precioso.
ResponderEliminar